sábado, 16 de abril de 2016

La paciencia también se educa

Los padres nos quejamos con frecuencia de lo difícil que es educar hoy. Uno de los motivos de que esto sea así es porque vivimos en la sociedad de la inmediatez, en la que todo lo podemos conseguir sin esperar (muchas veces a golpe de clic) y esto tiene consecuencias en el terreno educativo. Nuestros hijos han nacido en un mundo regido por la inmediatez, la impaciencia, la velocidad, la impulsividad (todo ello amplificado por las nuevas tecnologías). A nosotros, que somos de otra generación hay muchas ocasiones en que nos sobrepasa y no sabemos de qué manera abordarlo.  Como muestra dos ejemplos sencillos para la reflexión:


- Nuestros hijos no han conocido lo que es tener que esperar varios días para revelar un carrete de fotos (si en aquel entonces lo tenías en una hora era todo un milagro) ya que han nacido en el mundo de la imagen digital y están acostumbrados a hacer cientos de fotos, repetirlas, borrarlas...

- Tampoco saben lo que es rebobinar una cinta de cassette y tener que esperar para escuchar una canción. La tienen en un segundo abriendo su Spotify. Además tienen acceso a cualquier álbum de música sin tener que esperar o ir a la tienda para comprarlo.


¡Lo quiero y lo quiero ya!

Si a esto le sumamos la sobreprotección y la ausencia de límites (muy presentes en algunas familias) conduce a que el niño imponga su deseo a los padres que ante todo quieren evitar que su hijo sufra y se frustre. Tal es así que nos encontramos con padres que se anticipan a los deseos del niño y ni siquiera esperan a que el niño les pida las cosas: se las dan antes. De este modo, cuando no se satisfacen los deseos del niño este responde exigiendo, gritando y, en ocasiones, perdiendo el control. Conviene entonces que nos preguntemos:

  • ¿Qué ocurrirá con este niño cuando "salga al mundo real" y se enfrente a la vida?
  • ¿Encontrará la mismas respuestas y formas de actuar que tienen sus padres en las demás personas? ¿girará todo a su alrededor?
  • ¿Qué ocurrirá cuando encuentren un trabajo? ¿El jefe les tratará igual que sus papás?
  • ¿Y en una relación de pareja?

Será entonces cuando se dé cuenta de que todo no es tan sencillo y que los problemas que nos presenta la vida no se afrontan siguiendo el camino más simple. La vida no es tan fácil y deberá aprender a aceptar un no por respuesta y a gestionar las pequeñas frustraciones que se le presentan. Se trata de una parte importante del aprendizaje de la vida.  Por este motivo considero de gran importancia recuperar un valor esencial para la vida y educar a nuestros hijos para que la cultiven. Se trata de la paciencia.

Para que nuestros hijos tengan paciencia deben aprender a aguardar y saber esperar. Como decía F. Scheileiermacher "la paciencia es el arte de esperar". Una de las formas que ayudará a nuestro hijo a tener paciencia es aprendiendo que no todas sus peticiones son de obligado cumplimiento y que en más de una ocasión se encontrará con un no por respuesta (la vida le presentará muchos "noes").

En la práctica

Veamos en la práctica 4 claves para educar la paciencia:

1. Educar con nuestro ejemplo. Como siempre, el elemento básico es nuestro ejemplo: no podemos pedirle al niño que tenga paciencia "en la fila del cole" si nosotros como incapaces de tenerla cuando estamos haciendo cola en el cine y nos enfadamos porque "se nos han colado" o cuando estamos en un atasco de tráfico en el coche gritando y haciendo sonar el claxon... El niño se va a ver en la necesidad de tener que guardar turno en muchas ocasiones tanto dentro del hogar como fuera de él y debe aprender a hacerlo. Los adultos, con nuestro ejemplo, le mostraremos de qué forma se ha de hacer en las múltiples ocasiones en que es necesario guardar turno. Veamos algunos ejemplos:

- En los juegos de mesa.
- En la cola de los comercios, aeropuertos...
- En la consulta del médico.
- Al subir o bajar de un vehículo público.

Cuando vayamos al supermercado, nuestro hijos nos acompañarán a hacer cola en la caja y comprobarán la importancia de saber esperar y que nos atiendan cuando nos toque. 

Tampoco podemos perder la paciencia porque nuestro hijo tarda mucho tiempo  en ponerse la ropa. Tengamos en cuenta su edad y limitaciones. Si actuamos así, ¿qué modelo le estamos ofreciendo? Si en algún momento perdemos la paciencia (a todos nos pasa) será necesario pedir disculpas.

2. Ser comprensivo con la edad del niño. Muchas veces no anticiparemos las cosas con mucho tiempo sino que las avisaremos "de hoy para mañana" y de este modo evitaremos esperas largas. Un ejemplo: en lugar de decirle "dentro de dos semanas iremos al cine" mejor "mañana iremos al cine". También tendremos en cuenta las circunstancias y limitaciones del niño: un niño cansado, irritado, con sueño, con hambre, etc. es normal que sea incapaz de esperar y que la impaciencia pueda desembocar en una rabieta o pataleta.

3. Cumplir promesas. Si le hemos hecho una promesa al niño la tenemos que cumplir: "cuando acabe lo que estoy haciendo jugaremos con tus coches". Con esto le transmitimos un mensaje claro: vale la pena esperar. ¿Qué ocurrirá si no cumplimos nuestra promesa? Ya lo puedes adivinar...

4.  Pequeñas esperas. El niño, a partir de los dos años ya puede empezar a aprender que no todo he de ser cuando él quiera y que tiene que esperar: por ejemplo, mientras le preparamos la merienda o a que le sirvamos la comida. Al principio le costará pero irá aprendiendo la importancia de saber esperar. Seremos los adultos los que reforzaremos esto con nuestro mensaje: "espera un momentito mientras te preparo esto", "ahora mismo te sirvo la leche pero espera un poco"...

Como puedes observar el niño irá aprendiendo a esperar de forma gradual y no será hasta alrededor de los seis años de edad cuando esta espera sea del todo consciente. De todos modos los padres debemos trabajar para reforzar este valor tan importante en la educación de nuestros hijos desde que son pequeños porque:





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