Educar sin castigar es posible y además absolutamente necesario. Para
poder hacerlo es preciso que nos planteemos nuestro estilo educativo. Como muy
bien indican Pilar Guembe y Carlos Goñi:
A golpe de sanción no se consigue nada, porque en educación nada se consigue a golpes. El castigo no ha de ser la norma sino la excepción; no ha de ser ordinario sino algo extraordinario. Una dinámica de premios y castigos nos llevan a un punto muerto, o incluso de retroceso. La única forma de salir adelante pasa por cambiar de metodología. Si algo no funciona, es poco inteligente que continuemos utilizándolo. Probemos otras alternativas como la motivación positiva, el diálogo, las consecuencias educativas sensatas o las estrategias para ejercer la autoridad.
Como ves, el castigo no es un recurso imprescindible para educar a
nuestros hijos. De hecho, y como muy bien destaca Silvia Álava:
La
psicología nos ha demostrado que le castigo es efectivo en pocos casos.
Repercusiones negativas del castigo
Los castigos tienen repercusiones negativas en nuestros hijos. Esta son
algunas de ellas:
- Rabia.
- Frustración.
- Inseguridad.
- Falta de autoestima.
- Odio y resentimiento (hacia la persona que pone el castigo).
- Mentir (para evitar ser castigado).
- Enseña lo que no se debe hacer pero no lo que sí se tiene que hacer.
- Etc.
Los castigos son más “útiles” para la persona que los pone que para la
que los recibe. Además, la gran mayoría
de los castigos son totalmente inútiles, los ponemos por no saber qué hacer,
improvisando con un único objetivo: imponer nuestra autoridad. Aunque pueda
parecer que funcionan muy bien a corto plazo, a largo plazo son ineficaces…
Los denominados “castigos tradicionales” suelen reunir una serie de características que los convierten en algo totalmente contraproducente:
- Son desproporcionados: “Te castigo un mes sin salir”.
- Incoherentes: “Le das un cachete y le dices: ¡no se pega!”
- Humillantes: “No te quiero, fuera de mi vista”
- Peligrosos: “Ahora te vas tú solo”.
- No se cumplen: “Todo el verano sin ver la tele”.
- Antieducativos: “Como os habéis peleado, castigados a leer un rato”.
- El castigo
implica “desquitarse” con el niño. Es una forma de venganza para aliviar
nuestro sentimiento de enfado o frustración. No es necesario que le niño sufra
para que aprenda que su conducta es inapropiada.
- La consecuencia
tiene como objetivo enseñar por
qué no deben cometer el mismo error.
Importante: El castigo sitúa la
responsabilidad de la corrección en manos de los padres y las consecuencias la
sitúan en manos de los niños para que corrijan aquello que han hecho mal.
Características de las consecuencias
- Respetan la dignidad del niño.
- Están relacionadas con el mal comportamiento del niño y tienen sentido.
- El niño se responsabiliza de sus acciones.
- Ofrecen una alternativa al mal comportamiento.
- Diferencian a la persona de la conducta.
- Fomentan el diálogo y la reflexión conjunta (padres-hijos).
- Van al fondo de la conducta.
- Enseñan a perdonar.
Elegir una consecuencia
Entonces te estarás preguntando, ¿cómo he de elegir esta consecuencia cuando mi hijo se porta mal?
Te ayudará a hacerlo las siguientes cuestiones:
- ¿Tiene sentido esa consecuencia?
- ¿Es una consecuencia lógica de lo que ha hecho el niño? ¿está relacionada con el comportamiento que ha tenido?
- ¿Ayudará esta consecuencia a que se responsabilice de sus acciones?
-¿Se dará un aprendizaje de la situación?
- ¿Mantendrá intacta su dignidad y la tuya?
CASOS PRÁCTICOS
Ejemplo 1: Tu hijo pinta en la pared.
Consecuencia: El niño debe limpiar lo que ha ensuciado (en función de la edad le ayudaremos y lo haremos conjuntamente)
Castigo: Enviamos al niño a su habitación para que piense lo que ha hecho (mientras nosotros limpiamos la pared enfadados, gritando...)
Ejemplo 2: Dos hermanos se pelean
Consecuencia: Los separamos y esperamos a que se calmen para que se sienten, hablen del problema y busquen posibles soluciones.
Castigo: Los separamos y los enviamos a cada uno a un lugar de la casa.
En ocasiones, la mala conducta de un niño es debida a su inmadurez. En otros casos se necesita de una respuesta clara y firme ante esta mala conducta. Por este motivo los niños deben conocer las consecuencias de su mala conducta aprendiendo que todos los actos tienen repercusiones. Los castigos no ayudan al aprendizaje ya que ponen el foco en lo que no hay que hacer, en lo que se ha hecho mal sin dar opción a mejorar o reparar el daño que se ha hecho.
Espero que te haya servido esta pequeña reflexión sobre los castigos y las consecuencias y te ayude a la hora de tener que tomar acción en tu día a día educativo. Espero tus comentarios y sugerencias. Muchas gracias de nuevo por dedicarme tu tiempo.
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola! Mi hijo de 11 años esta en la fase de utilizar un vocabulario con sus amigos que no le corresponde a su edad...no se como explicarle mas veces que lo he hecho para que esto pare...lo de las "palabrotas" me supera.cual consecuencia puede tener esto?
ResponderEliminarGracias