El otro día navegando por Facebook encontré una imagen con un sencillo texto que me llamó muchísimo la atención. Inmediatamente me dispuse a compartirla en Twitter (lo bueno hay que compartirlo siempre). Me impactó e hizo que reflexionara sobre el modo en que solemos abordar el tema del fracaso escolar. La imagen es la siguiente:
Creo que el texto muy significativo y clarificador. Debe hacer que nos planteemos muchas cosas como, por ejemplo, el papel decisivo que juega la familia en el fracaso o éxito escolar. Estas son mis reflexiones al respecto (son una ampliación de un artículo que escribí ya hace un tiempo para la Revista Universo UP de la Universidad de Padres de J.A.Marina):
El fracaso escolar es uno de los grandes problemas que está sacudiendo nuestro sistema educativo actual. En nuestro país aproximadamente uno de cada cuatro niños fracasa en sus estudios con las dificultades y consecuencias que esto acarrea. Cuando hablamos de fracaso escolar hemos de tener muy en cuenta lo que afirma la frase de la imagen anterior: que TODOS y cada uno de los integrantes del sistema educativo debemos asumir nuestra parte de culpa y responsabilidad en el problema. Pues como muy bien destaca el texto: FRACASAMOS TODOS LOS ADULTOS QUE ESTAMOS A SU ALREDEDOR porque cuando hablamos de fracaso escolar las miradas no pueden dirigirse únicamente a la escuela, hay muchas cosas que están fallando...
Me gustaría entrar a analizar el problema del fracaso escolar desde el punto de vista familiar ya que, en mi opinión y según los estudios e investigaciones recientes éstas son una pieza clave y fundamental para prevenirlo y abordarlo. Tomando como referencia el interesante documento PISA in focus nº10(2011) donde se destaca que "la mayoría de los padres saben que dedicar más tiempo a sus hijos e implicarse de manera activa en su educación les proporcionará una gran ventaja en la vida" pero teniendo en cuenta la realidad en que vivimos, son muchos los padres que encuentran serias dificultades para conciliar su vida familiar y laboral. A esto hemos de sumar que hay algunos padres que "no se sienten capacitados para ayudar a sus hijos en las tareas diarias". Me gustaría destacar una frase del estudio que dice que "la buena noticia que obtenemos de los análisis de los datos de PISA 2009 es que no hace falta tener un doctorado ni dedicar una infinidad de horas para que los padres influyan en los resultados". Sabiendo todo esto es cuestión de ponernos en marcha.
Por tanto, es momento de tomar conciencia de que la actitud,la actuación y las expectativas que tienen los padres y las madres sobre la capacidad y logros del niño influye de una manera determinante en la creación de una imagen positiva o negativa del niño sobre el estudio. Por este motivo es realmente importante y necesario el uso que hacemos del elogio a diario puesto que tenemos que elogiar al niño cuando hace bien las cosas y no estar continuamente recordándoles lo que hacen mal. En general, solemos atender más las conductas negativas que las positivas y es necesario que evitemos esto para que el niño comprenda perfectamente que valoramos sus progresos y relativizamos sus "pequeños fracasos". Como afirma José Antonio Marina: "todo niño disfruta aprendiendo y sintiendo que progresa. Y por eso los docentes tenemos que esforzarnos en que todos los niños tengan la experiencia de ´éxito merecido`, incluso los más torpes. Porque es una experiencia tan satisfactoria que querrán volver a sentirla. En este aspecto la solución depende del sistema educativo y de nosotros los profesores, familiares e interesados en la educación".
Además, son los padres y las madres los que tienen que trabajar día a día con sus hijos una serie de hábitos que actuarán como una vacuna preventiva ante el temido fracaso escolar: son el hábito de estudio y el hábito de la lectura.
Para trabajar y fomentar el hábito de estudio en los primeros años es importantísimo que sean los padres los que propicien un verdadero clima de estudio en el hogar ayudando así al niño a organizarse el tiempo de estudio, a prepararse el material, etc. procurando que empiece a estudiar siempre a la misma hora y en el mismo lugar evitando distracciones que le impidan trabajar con normalidad durante el tiempo que dedica al estudio.
Cuando hablamos de fracaso escolar solemos pensar casi siempre en un tipo de "alumnos torpes o que les cuesta", pero realmente no es siempre así sino que son niños inteligentes que no saben aprovechar las capacidades que tienen. Es por ello que desde la familia tenemos que ofrecerle al niño una serie de recursos y estrategias que les ayuden a desarrollar estas capacidades. Empezando por fomentar un buen hábito de estudio ayudará a que el niño se sienta motivado y atraído por el trabajo escolar. Además el niño tiene que comprobar en todo momento que los padres se preocupan e implican en todo lo que rodea su vida escolar: contacto con los profesores, asistencia a reuniones, colaboración en las actividades que se organizan en el centro, etc. Los niños comprueban de este modo que sus padres están realmente interesados en lo que hacen en su día a día.
Unido al hábito de estudio deberíamos preocuparnos también por fomentar el hábito lector ya que está demostrado que la escasez lectora provoca un bajo rendimiento académico. Aquí los padres tenemos la obligación de educar con el ejemplo pues un niño difícilmente leerá si en su casa sus padres no leen, es decir, si no esté rodeado de un ambiente lector. Pero, ¿quiero decir con esto que si los padres leen el niño será lector? Evidentemente NO, pero podremos aumentar la probabilidad de que esto suceda, que no es poco. Además, según se desprende del estudio citado anteriormente "los estudiantes de 15 años cuyos padres leen a menudo libros con ellos durante su primer año de Educación Primaria tienen puntuaciones más elevadas en PISA 2009 que los estudiantes cuyos padres leen con ellos con poca frecuencia o ninguna". Asombroso, ¿verdad? Pues hemos de tener presente que los estudiantes nunca son demasiado mayores para beneficiarse del interés que tienen sus padres por ellos. No podemos centrar nuestros esfuerzos y energías en ciertas etapas educativas y "desconectar" en otras: tenemos que ser constantes cuando educamos.
Además de todo lo mencionado, los padres tienen que supervisar cuestiones tan importantes como su alimentación, las horas de sueño y descanso así como el tiempo que dedica al ocio. Son cuestiones de una importancia trascendental que inciden en el rendimiento escolar del niño. Un niño con una alimentación desequilibrada y que encima no descansa el tiempo suficiente es incapaz de rendir adecuadamente en su horario escolar. Trabajemos con ellos todos estos hábitos desde que son bien pequeños para que los vayan adquiriendo de forma natural.
En resumen, vemos que es mucha la responsabilidad que tienen las familias a la hora de prevenir y abordar el fracaso escolar. Todos los padres pueden y deben ayudar a sus hijos a desplegar todo su potencial dedicando tiempo a hablar con ellos, a leer, etc.
Por este motivo insto desde aquí a las administraciones, a los equipos directivos, etc. que a la hora de elaborar planes contra el fracaso escolar tengan en cuenta la importancia de las familias y estudien de qué forma pueden ayudarlas a que desempeñen un papel más activo y dinámico en la educación de sus hijos, tanto dentro como fuera de la escuela. Es urgente y necesario.
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