Hoy traigo al blog a una invitada de lujo. Se trata de mi buena amiga y colaboradora de la Escuela de Padres con talento Marga Santamaría. Ella es maestra, psicopedagoga y experta en Inteligencia Emocional. Por este motivo ha escrito para el blog un fantástico artículo que te recomiendo que leas ya mismo. En el mismo aborda un tema que considero de vital importancia en la educación de hoy. Se trata del "mantenimiento emocional". Pero quiero que sea ella la que te lo explique...
Mantenimiento emocional, la gimnasia que nos da estabilidad
“Estoy triste porque no sabes
ponerte el babi”, dice la profe de Infantil a los
niños que, efectivamente, aún no han adquirido la destreza y habilidad, además
de la coordinación motora necesaria para poderse poner el babi de forma
autónoma. Y de manera totalmente inconsciente esa profesora, que nadie duda que
pone todo su cariño y empeño en sacar lo mejor de cada uno de esos pequeños,
está fomentando un erróneo aprendizaje en la identificación de las emociones. Pues
las emociones también se forman de alguna manera, no sólo surgen de forma
espontánea, sino que cobran diferente perspectiva a lo largo de la vida en
función de las experiencias vividas.
¿Cuándo estoy triste? ¿Cuándo
mis alumnos no se comportan como a mí me gustaría? ¿Cuándo mi hijo de 7 años no
ha recogido la habitación? ¿Cuándo he discutido con mi jefe?, son muchos los
interrogantes que podemos plantearnos en función a los diferentes escenarios.
Pero tengo que tener clara la dimensión de las cosas y la realidad es, que me siento
triste cuando pierdo algo valioso para mí. Ese desasosiego interior, ese vacío,
esa pena, esa melancolía…, pues esa es la emoción de tristeza, la tenemos ante
un hecho doloroso y angustioso y no podemos frivolizar con ello. Tenemos que aprender
a llamar a las cosas por su nombre de una vez.
Es normal que mi hija esté
triste cuando se le rompe su juguete favorito, es normal que una persona se
sienta triste ante un despido laboral, es normal que una pareja sienta tristeza
ante su ruptura… Ahí sí hay tristeza, pero no cuando una niña o un niño no hace
lo que yo creo que debe hacer.
Y es que es fundamental que
sepamos identificar en nosotros mismos las emociones, así como nombrarlas de
forma adecuada tanto en nuestro interior, como a la hora de comunicarlas a los
demás. Todo este trabajo personal, de autoconocimiento y de toma de conciencia
de cómo mi cuerpo lo siente, de cómo reacciona, de cómo recibo esa información
y qué hago con ella… conforman uno de los aspectos principales de la
Inteligencia Emocional, y añado que para mí es el más importante, pues es el que
cimienta de manera sólida todo el posterior trabajo sobre nosotros mismos.
Os invito, a ti madre, a ti
padre y a ti docente…, a que observéis cómo reacciona vuestro cuerpo ante
diferentes estímulos: cuándo se me encoge el estómago…, en qué momento me
tiembla la voz, quizás siento frío, aunque haga calor..., percibo una singular presión
en el pecho en determinados momentos…, qué me hace gritar en mis clases, ante
qué me escondo, por qué reacciono atacando…, son muchas las situaciones y los
escenarios ante los que la vida nos pone y en la medida que mejor nos conozcamos podremos
enfrentarnos de manera más solvente y menos traumática ante los acontecimientos
adversos. Las emociones nos dan avisos…, nos están dando información de forma
constante. ¿Qué acontecimiento, si es
que soy capaz de identificarlo, ha desencadenado en mí esa reacción? ¿Mi
respuesta puede ser valorada como excesiva? ¿Es frecuente que las mismas reacciones
se repitan habitualmente tanto ante hechos iguales, cómo dispares? Toma
conciencia de ello, analiza los más relevante de cada situación y dedica un
tiempo a reflexionar y a pensar sobre ello, sin agobio, pero sin autocomplacencia
improductiva.
El ponerle nombre es una tarea
posterior, y podremos identificar rabia, alegría, tristeza, miedo, asco,
sorpresa… Primero trabajemos la autoobservación, el mirarnos hacia dentro sin
temor ni excusas. Igual que nos dedicamos tiempo delante del espejo, o en el
gimnasio, o tomando un café en buena compañía…, pongámonos la tarea de la
autobservación. Esa introspección personal es un viaje maravilloso que debemos
hacer de manera respetuosa y constructiva hacia nosotros mismos.
El trabajo personal para ganar
en autoconocimiento, es una permanente tarea que debemos acrecentar, es un
cuidado interior que se reflejará en el exterior. Cuánto más nos conozcamos,
mejor podremos conocer a los demás, mejor serán nuestras relaciones con
nuestros alumnos, con nuestros hijos…, mejor será nuestra vida y por lo tanto
más felices seremos. Además esa observación nos puede llevar a realizar cierto
análisis de nuestro pasado inmediato, para así entender mejor nuestro presente
y ayudarnos a discernir y anticiparnos, en cierta medida, a nuestro futuro.
Hace un par de días, jugando
con mi hija de 5 años, acabó diciéndome esta frase…: “¡Qué suerte mamá, tú sabes un montón de juegos divertidos y sabes
todas las respuestas siempre…, porque eres profe de mantenimiento emocional!”.
Me
produjo realmente alegría ese momento de juego, admiración mutua, cariño,
conexión, complicidad…, y cómo ella, a su manera, le puso ese nombre a parte de
mi trabajo. Es por ello que he querido llamar así este artículo: MANTENIMIENTO
EMOCIONAL.
Y es que el trabajo sobre el
crecimiento y el desarrollo personal, conlleva un mantenimiento emocional
constante, es decir, igual que nuestras madres iban en los años 80 a lo que se
llamaban clases de mantenimiento, hoy en día, se hace necesario este
mantenimiento emocional, esa gimnasia constante de nuestras emociones, que nos
lleva ganar en estabilidad y en flexibilidad.
Os animo a dar un tranquilo
paseo por vuestro mundo de emociones, por vuestra paleta de sentimientos, por
vuestro pentagrama de los puntos altos y de los bajos y así identificar las
notas que hacen ruido y estar mejor preparados ante del devenir de la vida.
Yo como mujer, como madre, como
divorciada y como docente, cada día me encuentro ante decenas de nuevas situaciones
que a veces me pillan por sorpresa, y ante las que procuro enfrentarme de la
manera emocionalmente más inteligente y para poder conseguirlo, es fundamental
unas cuantas flexiones diarias de lo que mi hija llama “mantenimiento
emocional”.
Así
es que ya sea con chándal o con tacones, no dejemos de hacer gimnasia de
nuestra parte más emocional.
Marga Santamaría
Maestra.
Psicopedagoga.
Experta en
Inteligencia Emocional.
Coach y Referente
del modelo V.E.C.
Muy buen artículo. Le sobra razón en todo lo que dice. Enhorabuena!!!
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