Las etiquetas no deben utilizarse con nuestros hijos. Si yo digo "ese coche es feo", al coche no le ocurre absolutamente nada. No se ofende ni se avergüenza por mi afirmación. Nada. Ahora bien, cuando a los niños les llamamos feos, tontos, torpes, vagos, etc. esto sí tiene una consecuencia: generamos enfado y resentimiento. Si llamamos al niño "torpe" al principio nos puede contestar con un "Yo no soy torpe" pero llegará a creer que esto realmente es así. Irá construyendo su autoimagen en base a lo que le decimos, creyendo que esto es así y actuará asumiendo ese papel, ese rol.
Por este motivo, es necesario que dejemos a un lado las etiquetas y cuando queramos corregir alguna de sus conductas lo hagamos explicándole de manera concreta qué nos parece mal y cómo lo puede mejorar.
¿Has escuchado o dicho alguna vez comentarios de este tipo?
- "Es igual que su padre. Cabezota. No podemos hacer nada con él. Imposible".
- "Ha sido un problema desde que nació. No sabemos qué hacer con ella..."
- "Es un irresponsable. No puedo dejarlo solo porque me la lía".
Nuestros hijos dan por válidas estas afirmaciones y acaban creyendo que realmente son así. Si queremos que crezcan seguros de sí mismos hemos de aprovechar cualquier oportunidad que se nos presente para enfatizar lo positivo de ellos. Es necesario que...
- Les digamos cuanto les queremos, valorándolos y tratándolos con confianza.
- Los felicitemos siempre por sus pequeños progresos y esfuerzo realizado.
- Reconozcamos en público sus habilidades y logros.
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