Muchos padres siguen afirmando que se debe dejar a los niños total libertad para que tomen sus propias decisiones sin que nosotros tengamos que intervenir porque de este modo podrán desarrollar al máximo todo su potencial. Además, suelen ser los padres que afirman ¡que hagan lo que quieran, ahora que pueden! sin tener en cuenta que la ausencia de límites claros tiene unas consecuencias negativas. Por este motivo me gusta iniciar mis Escuelas de Padres y Madres con un sencillo cuento (extraído del libro “Ámame para que me pueda ir” de J.Soler y M. Conangla). Lo comparto aquí contigo para que te sirva de reflexión:
El poeta Coleridge recibió un día la visita de un admirador. Cuentan que en el transcurso de la conversación, surgió el tema de la niñez y la educación:
— Creo— afirmó con rotundidad el visitante—que debe dejarse a los niños en total libertad para que piensen, actúen y tomen sus propias decisiones desde muy pequeños sin que nosotros intervengamos. Sólo así podrán desarrollar al máximo toda su potencialidad.
—Ven a mi jardín a ver las rosas— le dijo Coleridge, acompañando a su admirador hasta el jardín.
Al verlo, el visitante exclamó:
— ¡Pero esto no es un jardín… esto es un patio lleno de maleza!
— Solía estar lleno de rosas— dijo el poeta— pero este año decidí dejar a las plantas de mi jardín en total libertad de crecer a sus anchas sin atenderlas. Y éste es el resultado.
Como puedes comprobar, la educación es cuestión de equilibrio: nuestros hijos necesitan libertad para crecer pero al mismo tiempo necesitan que les orientemos, asesoremos y guiemos ofreciéndoles las herramientas y recursos necesarios para afrontar las dificultades de la vida y que en algún momento se puedan marchar…
“Solo dos legados duraderos
podemos dejar a nuestros hijos:
uno, raíces; otro, alas”
Hodding Carter
Muchas gracias de nuevo por dedicarme tu tiempo. Si te parece interesante lo que escribo y comparto en mi blog puedes leer mis libros donde abordo este y otros muchos temas:
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