El año pasado se celebraron 10 años de
Debates de Educación, una iniciativa de la Fundació Jaume Bofill y la
Universitat Oberta de Catalunya (UOC) para abrir un debate sobre los retos del
futuro de la educación.
Con motivo de esta celebración se puso en
marcha la campaña “Las 3 cosas que he aprendido” como un espacio de
participación donde cualquier persona podía hacer su aportación a la pregunta: "¿Cuáles son las 3 cosas que he aprendido sobre educación?" No para reflexionar
sobre el pasado sino sobre el futuro de la misma…
Los 10 temas elegidos para debatir fueron
los siguientes:
1.
Crear escuelas que preparen para el futuro.
2.
Las competencias y los aprendizajes en un
mundo globalizado.
3.
¿Qué quiere decir ser un buen profesional de
la educación para el siglo XXI?
4.
¿Cómo se financiará la educación en el
futuro?
5.
El aprendizaje a lo largo de la vida, ¿para
qué y para quién?
6.
¿Qué hay que hacer con los resultados de la
evaluación?
7.
¿Cómo se puede conciliar la equidad y la
calidad en educación?
8.
El papel clave de las familias en la
educación.
9.
El compromiso del alumnado en su proceso de
aprendizaje.
10. Colaboración
por el cambio educativo.
Me gustaría centrarme en el 8º tema que es
el que a mi me preocupa (y ocupa): El
papel clave de las familias en la educación:
¿Qué fórmulas de colaboración entre la escuela y las familias pueden mejorar los resultados educativos? ¿Qué estrategias pueden aumentar la participación y la implicación de las familias en la actividad de los centros educativos? ¿Qué peso deberían tener las familias en la gobernanza del sistema?
La investigación ha demostrado con creces la importancia capital de la familia, de su capital socioeconómico y cultural, así como las estrategias educativas que despliega, en los resultados académicos del alumnado. Últimamente, se ha puesto el énfasis en la influencia determinante de los estilos parentales y en la necesidad de formar o acompañar a las familias en la tarea de educar.
La opinión pública y la institución escolar tienden a acusar a los padres de no interesarse por las cuestiones escolares, de abdicar de sus responsabilidades educativas. En cambio, las familias parecen más preocupadas que nunca por la escolarización de sus hijos, por los resultados académicos, por la calidad de la enseñanza que reciben, por el prestigio de los centros en los que se educan, etc. Las estrategias familiares para garantizar la calidad de la enseñanza son, principalmente individuales. A pesar la extensión del modelo de asociaciones de padres y madres, pieza clave de la calidad educativa, las familias organizadas no logran hacer oír su voz como un actor central en el debate educativo. Observamos, no obstante, que en muchos países de nuestro entorno, y de forma creciente en el nuestro, las familias han empezado a reclamar una mayor presencia en la definición de las políticas y en la vida de los centros. Sobre la mesa hay el redefinir la participación de las familias en una institución que se pensó para dejarlas en la puerta.
Comparto aquí algunas de las aportaciones
que se han hecho sobre este tema:
Quiero compartir contigo mi aportación personal
sobre las 3 cosas que he aprendido sobre este tema:
1. La educación está en crisis: tenemos la oportunidad de cambiarla.
En la actualidad estamos atravesando una profunda CRISIS a todos los niveles: económico, social, de valores, etc. Además, estamos inmersos en una crisis educativa permanente ya que siempre estamos dando vueltas a los mismos problemas sin acabar de darles solución.
Uno de estos problemas es la relación entre las familias y la escuela pues está basada en el recelo, la sospecha y la desconfianza mutua. Se ha abierto una peligrosa brecha entre los dos pilares fundamentales de la educación y debemos trabajar para que esta relación entre familia y escuela sea cordial, cálida y animosa, basada en la colaboración y cooperación.
Desde la unión y estrecha colaboración en equipo
conseguiremos sumar. Desde la división y el enfrentamiento jamás lograremos
cambiar las cosas.
2. La comunicación es la clave
En ocasiones se dificulta la participación
de las familias en los centros educativos. Se sigue viendo a las mismas con
recelo y desconfianza, como alguien que va a “fiscalizar” el trabajo del
profesorado. Es momento de eliminar estos recelos si queremos establecer unas
relaciones armoniosas y cordiales por el bien de nuestros hijos y alumnos. Esto
ocurre por varios motivos. Principalmente porque tanto padres como docentes:
a. Hacemos
uso de un doble lenguaje: por delante digo una cosa y por detrás otra bien
distinta. Se pierde el principio de sinceridad y aparece la desconfianza en
ambas direcciones.
b. Hay
un desconocimiento sobre la “realidad del otro”. Hace falta tener mayor empatía
y conocimiento de la realidad del que tenemos delante.
3. Necesitamos establecer una alianza entre la familia y la escuela
Es momento de actuar y dejarnos de teorías: tenemos que pasar a la acción. Es urgente y necesario trabajar para establecer una sólida alianza entre la familia y la escuela basada en la confianza, el respeto, la colaboración y la participación. Debemos tomar conciencia de que la educación es un PROYECTO ÚNICO compartido por familia y escuela y por este motivo debemos trabajar como un EQUIPO EDUCATIVO de calidad: nos necesitamos.
Hay una frase de Gandhi que me encanta “Tú
debes ser el cambio que quieres ver en el mundo” a mi me gusta adaptarla a la
educación y afirmar que “Tú debes ser el cambio que quieres ver en la
educación”. El cambio se inicia en uno mismo, en su centro educativo, en su
aula, en su AMPA, etc. Y se irá ampliando y haciendo extensivo al resto.
Para
ello debemos dejar de formar parte del problema para pasar a ser parte de la
solución. Para ello debemos tener mucha paciencia y ser conscientes de que en
educación los cambios son lentos y progresivos: no creo en los cambios
cortoplacistas de nuestros políticos más preocupados en las próximas elecciones
que en las próximas generaciones, es decir, del futuro de nuestra sociedad.
Y tú, ¿qué tres cosas has aprendido? Espero tus aportaciones con gran interés. Muchas gracias por dedicarme tu tiempo.
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