¿Cómo ha de ser el
diálogo entre padres y profesores?
Para
poder llevar a cabo una comunicación efectiva que sirva para mejorar las relaciones
entre padres y docentes deberíamos tener en cuenta algunos aspectos fundamentales. Este decálogo lo he elaborado inspirándome en el de Bernabé Tierno y Antonio Escaja publicado en su libro “Saber
Educar hoy” Ed. Temas de Hoy, 2000. En el mismo los autores establecen un excelente decálogo para
aquellos que buscan una sincera
comunicación. Aunque los autores en su libro lo aplican a la comunicación entre
padres e hijos considero que es totalmente aplicable a la comunicación entre padres y docentes y por ello lo reproduzco añadiendo sugerencias y aportaciones personales adaptándolo a cómo debe ser la comunicación entre los padres y los docentes en las escuelas del siglo XXI:
1.
No podemos esperar a que todos piensen como nosotros
Padres y docentes hemos de comprender que
podemos( y debemos)tener puntos de vista muy diferentes sobre la educación.
Tenemos que aceptar, por tanto, la diversidad de opiniones y la existencia de
posturas enfrentadas. Es lógico y normal. Esto enriquece la educación y fomenta
el debate. No debemos tomarlo como algo negativo sino como una oportunidad para crecer...
2.
La sinceridad es el alma de todo diálogo
En
el libro de B. Tierno se destaca esta idea tan importante que resume el tipo
comunicación que perseguimos: “ser
sincero no consiste en decir todo lo que se piensa sino en no decir nunca lo
contrario de lo que pensamos”. Gran verdad que tendríamos que aplicarnos
todos, padres y docentes. Es uno de los grandes problemas de la comunicación entre padres y docentes: hacemos un uso de un "doble lenguaje" que nos aleja del principio de sinceridad mutuo.
3.
Dialogar no es hablar sino saber escuchar
Muchas
veces vamos a las reuniones con la intención de hablar nosotros y no dejamos
hablar al otro, escuchando más bien poco. Es fundamental tener una actitud de escucha
activa en nuestras conversaciones si no queremos que sean una auténtica pérdida
de tiempo.
4.
No hay peor sordo que el que no quiere oír
Esto sucede porque, tanto padres como
docentes, estamos siempre a la defensiva
y no nos escuchamos los unos a los otros. Nos cerramos en banda ante ciertas
opiniones que muchas veces se nos dan con la mejor intención. Tenemos que
aprender a escuchar y aceptar lo que se dice de nosotros. Esto es síntoma de
gran madurez y es que, en ocasiones, actuamos peor que los propios niños. No olvidemos nunca que
somos modelos educativos de los mismos.
5.
La verdad no es monopolio de nadie
Siempre
podemos aprender algo “del otro”.
Hemos de evitar actitudes prepotentes de “yo lo sé todo” porque podemos y
debemos aprender de los demás. En educación no tenemos que preocuparnos
únicamente de los conocimientos y la técnica sino sobre todo apoyarnos en la
lógica y el sentido común. Está muy bien conocer teorías pero lo más importante
es llevarlas adecuadamente a la práctica. Si no, no sirven para nada.
6.
Todos tenemos derecho a equivocarnos
Y
es por este motivo hemos de aprender a reconocer que nos hemos equivocado.
Muchas veces por nuestra actitud defensiva
no queremos reconocerlo y llevamos el error hasta las últimas consecuencias con
tal de no quedar mal ante nadie. Errar es humano y el reconocerlo es una
muestra de humanidad y sinceridad. Si nosotros no lo hacemos tampoco podemos
exigir al niño que lo haga pues, ¿cómo lo educamos? Como hemos dicho, a través
del ejemplo ya que los niños hacen lo que ven.
7.
El diálogo supone una actitud de acogida interior
Esto
significa que hemos de aceptar a nuestro interlocutor sin reservas ni
condiciones. En muchas ocasiones viejos rencores o malentendidos nos llevan a
actuar de determinada forma sin que aceptemos un posible cambio en la persona.
Padres y docentes nos podemos equivocar y, de hecho, lo hacemos con frecuencia
pero hemos de saber perdonarlo. El perdón es un valor que también se educa y
qué mejor forma de hacerlo que con la práctica real del mismo.
8.
Capacidad para saber ceder
Tengamos
en cuenta que ceder no es igual a perder sino más bien todo lo contrario. Si lo
que queremos es aprender a través del diálogo hemos de aceptar que de vez en
cuando tenemos que ceder pues no podemos estar siempre imponiendo nuestra
opinión. Esto genera muchas confrontaciones entre padres y docentes porque ni
unos ni otros saben en qué momento deben ceder puesto que es más sencillo lo
que venimos haciendo hasta hoy: echarnos
las culpas los unos a los otros quedando muchísimos problemas por resolver.
9.
No es dialogar invadir con nuestras preguntas intempestivas la
intimidad del otro.
En ocasiones padres y profesores nos inmiscuimos
demasiado en la vida de nuestro interlocutor y hacemos preguntas que pueden
llegar a molestar. Tenemos que aprender a respetar la intimidad del/la que tenemos
delante por el bien de nuestras relaciones.
10.
Vivimos esclavos del tiempo. No podemos decirlo todo.
En muchas ocasiones cuando nos reunimos padres y profesores queremos decirlo todo. Vivimos en una sociedad atrapada en la vorágine
del tiempo, con una rigidez de horarios excesiva y esto está generando muchos
problemas y tensiones. Por este motivo la asistencia a las reuniones es escasa y en la mayoría de ocasiones esta carga
recae sobre todo en la figura de la madre.
Aunque la cantidad de reuniones quizás sean
limitadas por falta de tiempo en los centros, nos tenemos que centrar en la
calidad de las mismas. Poco tiempo pero de calidad. Para ello, padres y
profesores debemos de tener muy claro de qué queremos hablar en estas reuniones
y no perdernos en divagaciones: no podemos improvisar sobre la marcha y tanto
unos como otros tenemos que preparar y planificar a conciencia dichas
reuniones.
Ahora te toca a ti
Examina con detenimiento cómo es la comunicación que mantienes con los padres de tus alumnos o con los profesores de tus hijos. Pregúntate: ¿Cómo puedo mejorar la comunicación para que nuestra acción educativa sea mucho más efectiva? Comparte la respuesta conmigo.Si te ha gustado el artículo, por favor compártelo en Twitter y Facebook clicando para ello los botones de abajo. Mil gracias!
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