Con frecuencia cometemos un error bastante
común entre los padres: esperamos de nuestros hijos “más de lo que pueden dar”
para su edad o nivel de desarrollo. Es importante que conozcamos qué podemos esperar
de nuestro hijo en cada etapa educativa, qué grado de autonomía necesita y,
sobre todo, qué responsabilidades puede empezar a asumir en función de su edad
y actuar en consecuencia. Para educar bien a un niño es
fundamental conocer con exactitud su proceso de desarrollo. Esto nos permitirá
ofrecerle en cada momento aquello que realmente necesita.
¿En
qué nos puede ayudar esto?
Pues básicamente nos servirá para aprender a
diferenciar entre una conducta totalmente normal de otra que no lo es e intervenir
de manera adecuada para darle solución. Aprenderemos que hay conductas
totalmente normales para la edad que tiene el niño y que, por tanto, podemos y
debemos “dejar pasar” pues con el tiempo desaparecerán. Por el contrario,
encontraremos otras que no podemos dejar pasar y nos tocará intervenir para
mejorarlas y solucionarlas. No debemos olvidar que le niño tiene unas
necesidades específicas en cada una de las etapas del desarrollo y los padres
debemos ser conocedores de las mismas ya que nos facilitarán y mucho nuestra
tarea educativa.
Veamos algunos ejemplos:
·
Estamos en la cola de la caja del
supermercado esperando a que nos toque el turno para pagar y queremos que
nuestro hijo de dos años espere pacientemente sin moverse, sin tocar nada, etc.
Pues no, lo normal es que haga esas cosas que he mencionado y muchas más ya que
el niño está explorando pues se trata de una de las características propias de
los niños de su edad: está descubriendo el mundo. Si los padres no tomamos
conciencia de ello, nos pasaremos el tiempo corrigiéndolo y llamándole la
atención pensando siempre que el niño se está comportando mal y que debemos
darle solución.
·
El niño con ocho o nueve meses de edad que
está en la trona con sus juguetes y los tira al suelo para que los recojamos.
La primera vez nos hace gracias pero a la tercera nos enfadamos y le decimos
“no se tiran al suelo” pero el niño con una sonrisa en la cara nos mira y los
vuelve a tirar. De inmediato pensamos “me está retando” lo cual dice mucho de
nuestro desconocimiento de lo que se espera de nuestro hijo en esta etapa
educativa. El niño no nos está retando: está aprendiendo, está explorando…
Si a esto le sumamos que tenemos varios
hijos es importante que nos adaptemos a cada una de las edades de éstos sin
esperar ni exigir lo mismo a cada uno de ellos pues de lo contrario estaríamos
siendo muy injustos. A cada uno le ofreceremos lo que necesita.
Carlos Goñi y Pilar Guembe lo explican muy
bien en su libro “Educar sin castigar” (Desclée De Brouwer):
“Nuestro hijo necesita atenciones cuando es
bebé, limitaciones cuando es niño y razones cuando es adolescente.
En este sentido, la educación adopta la forma de una pirámide de necesidades en
cuya base están las atenciones, más arriba las limitaciones y en el tramo final
las razones, de modo que todo se sostiene si en cada fase se atiende a las
necesidades correspondientes”.
Por este motivo, no podemos adelantarnos y
quemar etapas. No podemos adelantarnos y “anticipar” la edad de la razón. En
ocasiones observo algunos padres que lo quieren razonar absolutamente todo con
sus hijos cuando los mismos todavía no están en la edad de poder asimilar y
aprender aquello que les están diciendo. Esto no significa que no debamos darles
explicaciones. Sin embargo, si hemos intentado razonar con el niño sin éxito y
continua con su actitud negativa, deberemos cambiar de técnica y estrategia
para que nos haga caso.
Además, es muy importante que los padres
conozcamos el carácter y el temperamento de nuestros hijos pues como muy bien
señala Anne Bacus “de un niño a otro
puede haber diferencias inmensas y sería muy injusto no tenerlo en cuenta”. La
propia autora añade: “no podemos esperar
lo mismo de niños remolones, activos, tranquilos, exigentes, movidos, rebeldes,
hiperactivos o coléricos. Hay niños que desde pequeños son más difíciles que
otros. Y esto debemos tenerlo en cuenta. Conocer y comprender el carácter de
tu hijo te facilitará el poder encontrar las herramientas y estrategias más
eficaces para educarlo mejor.
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