Hoy traigo de nuevo al blog a mi amiga Marta Grañó con un fantástico artículo sobre el talento adolescente. Te recomiendo encarecidamente su lectura:
Estoy leyendo el interesante artículo “La siesta educativa” de Óscar González. Como siempre en su línea de estimularnos a reflexionar sobre educación, me ha parecido que el tema es fundamental. Ciertamente la educación no es un proceso que finaliza a una edad determinada… no podemos limitar el significado de la palabra solo a la educación infantil –etapa importantísima, por supuesto-.
El estimulante mundo de la educación infantil
El mundo de la educación infantil es maravilloso. Es una etapa que tiene la grandeza de ofrecernos un retorno dulce y estimulante… en forma de ver cómo los pequeños desarrollan nuevas habilidades, cómo aprenden a leer, cómo nos dibujan por primera vez y cómo nos agradecen con besos y cariño todo lo que hacemos por ellos.
Tal vez por este motivo, es una etapa de la educación que difícilmente nadie descuida. La educación infantil es atractiva y podemos experimentar que tiene premio para quién educa. Y es que todos tenemos un puntito de egoísmo.
Sin embargo, inevitablemente la etapa infantil acaba, para dejar paso a la adolescencia. Y ese niño, esa niña se convierten en un chico, una chica. Para ellos empieza una nueva etapa, en la que siguen creciendo, pero a la vez es una etapa de cambios y de incertidumbres que pueden desorientarles en ocasiones. La educación tiene en ese momento un papel fundamental, ellos siguen aprendiendo y creciendo. Pero aparece un punto de inflexión: la educación en la etapa adolescente no tiene el mismo retorno que la educación infantil.
El reto de la educación adolescente
Educar a un/a adolescente supone llevarnos de premio alguna mala cara en de vez en cuando. Pero es inevitable, no siempre les gusta lo que les decimos. Sin embargo, no estoy en absoluto de acuerdo con muchos de los tópicos que circulan sobre los adolescentes.
Como dice el filósofo José Antonio Marina “si repetimos muchas veces que los adolescentes son ineducables y
difíciles de tratar, conseguiremos que lo sean”. En su libro “El talento de los adolescentes”, expone que “la adolescencia es una etapa privilegiada: el cerebro se rediseña por completo” (1) y nos abre la puerta a aprovechar el talento adolescente y a evitar que determinados tópicos sociales se convierten en profecías autocumplidas.
Todos los adolescentes no son iguales. Tenemos una sociedad llena de adolescentes responsables, inteligentes y con un potencial enorme. Compartir un tiempo con ellos es una forma fantástica de descubrir todo lo bueno que llevan dentro y vislumbrar todo lo que pueden conseguir. Un niño bueno va a ser un adolescente bueno, aunque atraviese una etapa de incertidumbre interior o de rebeldía.
Si crees que un adolescente va a ser problemático y que no tiene solución, lo estás empujando a que lo sea. Es mucho mejor profundizar en todo lo que tiene de positivo y ayudarle a crecer… creo que abandonar el papel de educadores en esta etapa es un gran error.
El libro “365 propuestas para educar” de Óscar González aborda este tema en el capítulo 10, bajo el título precisamente de “La adolescencia como oportunidad”, con una óptica tan positiva y motivadora que solo puedo invitaros encarecidamente a leerlo.
El cerebro adolescente es un cerebro en riesgo, precisamente por su “capacidad de aprender”, señala J..A. Marina. Para evitar riesgos, Marina recuerda a los padres que existen cuatro poderosos recursos para educar a los hijos: la ternura, las expectativas, los límites y la comunicación.
Todos estos recursos requieren compartir tiempo son ellos. En un momento en el que probablemente no tendremos siempre la recompensa de un beso… pero la recompensa de una buena acción es haberla hecho, no hace falta esperar más.
La adolescencia es una etapa confusa, no les confundamos más. Como dice Marina, la adolescencia es una nueva oportunidad… y las oportunidades también tienen fecha de caducidad. No la desaprovechemos… ell@s nos siguen necesitando y hay mucho talento juvenil por descubrir.
Nosotros nacemos, por así decir, dos veces:
la primera para existir,
y la segunda para vivir…
la adolescencia es el segundo nacimiento
Jean Jacques Rousseau
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