Educar sin castigar es posible y además absolutamente necesario. Para
poder hacerlo es preciso que nos planteemos nuestro estilo educativo. Como muy
bien indican Pilar Guembe y Carlos Goñi:
A golpe de
sanción no se consigue nada, porque en educación nada se consigue a golpes. El
castigo no ha de ser la norma sino la excepción; no ha de ser ordinario sino
algo extraordinario. Una dinámica de premios y castigos nos llevan a un punto
muerto, o incluso de retroceso. La única forma de salir adelante pasa por
cambiar de metodología. Si algo no funciona, es poco inteligente que
continuemos utilizándolo. Probemos otras alternativas como la motivación
positiva, el diálogo, las consecuencias educativas sensatas o las estrategias
para ejercer la autoridad.
Como ves, el castigo no es un recurso imprescindible para educar a
nuestros hijos. De hecho, y como muy bien destaca Silvia Álava:
La
psicología nos ha demostrado que le castigo es efectivo en pocos casos.