
Todos los padres queremos hacerlo bien y queremos lo mejor para nuestros hijos. ¿Significa esto que siempre lo conseguimos? ¿Siempre acertamos y lo hacemos bien? Para nada, somos humanos y nos equivocamos a diario. Por este motivo, el objetivo de pretender ser unos superpadres y querer ser perfectos no es bueno para nadie: ni para nuestros hijos ni para nosotros. Eliminemos presiones y exigencias innecesarias. Para conseguirlo precisamos de tres elementos clave:
- Flexibilidad.
- Tranquilidad.
- Tolerancia.
No olvides que este elevado nivel de exigencia muchas veces lo transmitimos y proyectamos en nuestros hijos a los que tampoco les permitimos que se equivoquen.
Es importante que dediques un tiempo a detenerte y reflexionar sobre tu acción educativa y de qué forma interactuas con tus hijos. Es una buena forma de analizar qué estás haciendo bien y qué cosas puedes cambiar. Esto debemos hacerlo con un enfoque positivo y optimista: aprovecha los errores como una oportunidad para mejorar. Los errores nos ayudan a aprender y en la crianza cometemos (y cometeremos) errores a diario ya que, como ya he señalado, no existen padres perfectos.
Por tanto, permítete equivocarte, pierde el miedo a equivocarte y elimina ese sentimiento de culpa que surge por no hacer siempre bien las cosas pues nuestros hijos como bien señala Gregorio Luri "tienen derecho a tener unos padres imperfectos". Y desde esa imperfección podemos y debemos educar intentado hacerlo de la mejor manera posible cada día. Educar es un reto, una aventura... disfruta al máximo esta experiencia.
"Un error es valioso si haces cuatro cosas con él:
reconocerlo, admitirlo, aprender de él y olvidarlo"
John Wooden
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