La
semana pasada estuve en Valencia impartiendo la conferencia “Aprende a educar con talento. Claves y
herramientas básicas para los padres de hoy” en el Colegio CEU San Pablo.
El objetivo de la misma es el de poder ofrecer una serie de ideas, claves y herramientas
para ayudar a las madres y los padres a disfrutar
al máximo la etapa educativa que actualmente están viviendo con sus hijos.
Al inicio de mi exposición hablé sobre la importancia y la necesidad de educar
con talento:
Nadie nace sabiendo
educar, el educador ha de aprender a serlo. Debemos asumir que es totalmente
normal no saber desempeñar un papel que jamás antes hemos ejercido y al que no
estamos habituados. El título de la conferencia es Aprende a educar con talento. Y te preguntarás, ¿qué es eso
de educar con talento? Mucha gente se sorprende cuando asocio estas dos
palabras: educar y talento. El filósofo José Antonio Marina define talento como:
La inteligencia
triunfante. Es la inteligencia en acto, resuelta, es decir, que resuelve los
problemas y avanza con resolución.
Aunque me gusta más la
definición que ofrece en un “tuit”:
Talento es tener
buenas ideas, tomar buenas decisiones y realizarlas.
Por tanto, del mismo
modo que existe una gran variedad de inteligencias también podemos encontrarnos
talentos diferentes (científicos, musicales, financieros, etc.) Hay uno de
estos talentos que rara vez se menciona. Me refiero al talento que todos
tenemos para educar (educar bien, por supuesto).
Tú ya eres un padre
con talento. Y lo que te convierte en un padre con
talento no son los conocimientos teóricos que tienes sobre la materia sino de qué manera los llevas a la práctica a
través de tu sentido común. Ahí está la clave, en ser capaces de
resolver problemas prácticos: la acción es la que te llevará a aprender y
mejorar.
De los múltiples
talentos que poseemos algunos los desarrollamos y otros no. Por este
motivo tenemos que trabajar, ejercitar y desarrollar al máximo nuestro
talento educativo si queremos obtener el éxito esperado y realizar nuestra
tarea de manera efectiva educando a nuestros hijos con sentido común y
criterio.
Posteriormente
mencioné también las cualidades que debe poseer un padre o una madre para
educar con talento. Estas son algunas de las cualidades necesarias que
destaqué:
Otra
de las cualidades que no aparece aquí pero que sí mencioné en la conferencia es
el OPTIMISMO. Para educar hoy, más que nunca, es necesario que actuemos con
optimismo, alegría y entusiasmo mostrando siempre nuestra mejor sonrisa porque
esto es lo que vamos a transmitir a nuestros hijos. ¿Quieres que tus hijos vivan y crezcan en un ambiente donde predominan
las risas, la alegría, el “buen rollo” o por el contrario, en un ambiente donde
todo se critica, hay malas caras y predominan las discusiones? Vamos, yo lo
tengo muy claro…
Aunque
cada uno de nosotros tenemos nuestro carácter y personalidad, a ser optimista
se aprende y enseñar a serlo entra dentro de nuestro papel y responsabilidad
como educadores. Veamos de qué manera podemos llevarlo a la práctica:
1.
Sonreír:
No
me cansaré de repetir que nuestro estado de ánimo (y también el de los que
tenemos cerca) puede cambiar simplemente con una sonrisa (o mejor aún, riendo).
Como destaca Tîch Nhât Hânh:
Algunas veces tu alegría es la
fuente de tu sonrisa, pero a veces tu sonrisa puede ser la fuente de tu
alegría.
Por
este motivo es necesario que, a pesar de las dificultades y problemas diarios,
eduquemos a nuestros hijos siempre con una sonrisa. La sonrisa es contagiosa y con
ella lo que transmitimos es optimismo y alegría.
2.
Eliminar las quejas:
Nuestras
palabras no solo describen la realidad sino que la crean. Si ante las
adversidades que se nos presentan nuestra manera de reaccionar es a través de
la queja y el victimismo esto es lo que acabaremos transmitiendo a nuestros
hijos. Debemos explicarles y mostrarles que la queja no te ayuda a avanzar, no
soluciona tus problemas y además genera un estado mental y emocional negativo.
Por tanto, de nada sirve quejarse y lo que debemos transmitir a nuestros hijos
es la capacidad que tenemos de elegir cada momento y de qué forma lo queremos
vivir: si como una queja o como una oportunidad para seguir creciendo. Podemos
elegir. En palabras de Tal Ben-Shahar:
La elección desata el potencial
de cada momento. Una vez que eres consciente del potencial de cada momento, tu vida gana
fuerza, se vuelve trascendental. Cuando un momento es importante, la vida es
importante.
Viéndolo
así, no podemos perder ni un minuto en quejarnos…
3.
Actuar con sentido del humor:
En
la vida se nos van a presentar múltiples situaciones adversas y reveses que
debemos afrontar. Nuestros hijo tiene que aprender la importancia de las cosas
desde un punto de vista distinto, añadiendo un punto de vista “humorístico” a
los problemas, restándoles importancia y desdramatizando las situaciones.
Nosotros debemos ser un ejemplo vivo de esto ya que somos los primeros que lo
tenemos que poner en práctica ante situaciones cotidianas que se nos presentan
y les prestamos excesiva importancia. Como afirma Patch Adams:
Lo que no es de humanos es la
seriedad. No conozco una sola enfermedad que se cure con la seriedad, con la
ira o con la apatía. No llegaremos muy lejos si nos ponemos serios. Lo más
curativo es el amor, el humor y la creatividad.
Como
la educación es un proceso que va en dos direcciones, también podemos y debemos aprender de
nuestros hijos a ser optimistas. Pilar Guembe y Carlos Goñi señalan que:
Los hijos nos obligan a ser
optimistas. Les dimos la vida, pero ellos han entrado en la nuestra, la han
cambiado de sentido, la han reorientado y le han dado una razón de ser que
antes no tenía.
Estas
son algunas actividades que podemos llevar a cabo para educar en positivo y
fomentar el optimismo:
·
Programa actividades en familia donde la risa y
el humor esté presente: juegos de mesa, teatro, actuaciones musicales, etc.
·
Ante situaciones del día a día que os parecen
importantes tomároslas con humor: apréndelo de tus hijos pues son unos
excelentes maestros en este arte. La vida es demasiado importante para que nos
la tomemos excesivamente en serio.
·
Antes de ir a la cama pregúntale a tu hijo cuál
ha sido para él el mejor momento del día. Aprovecha para contarle cuál ha sido
el tuyo y el motivo por el que lo consideras así y qué has aprendido de ello.
#Para pensar[1]…
Norman Cousins tenía cuarenta y pico años cuando le diagnosticaron una
artritis severa. Tenía que tomar analgésicos para aguantar durante el día y
somníferos para dormir por la noche. Y además los médicos le dijeron que tenía
los días contados.
Cousins se acordó de que había leído en algún sitio que el estrés y las
emociones dolorosas podían afectar negativamente al sistema inmune. En ese
momento, sólo era una hipótesis, pero Cousins estaba convencido de que era
cierto. Armado con su convicción, decidió luchar contra su enfermedad. Abandonó
el hospital y empezó un tratamiento alternativo prescrito por sí mismo cuyo
principal ingrediente era la risa. Empezó a ver películas de los Hermanos Marx
y contrató a una enfermera para que le leyera historias divertidas. Muy pronto
descubrió que tras disfrutar de una dosis de risas llegaba a provocarle dolor
de barriga, el dolor por su enfermedad cesaba durante un par de horas.
Eventualmente, el tratamiento fue tan exitoso que pudo dejar los somníferos y
los analgésicos y volver a trabajar.
La comunidad científica tardó años en llegar a las conclusiones de
Cousins. Actualmente, podemos encontrar muchos estudios que demuestran que la
risa puede aliviar el dolor y reforzar el sistema inmunitario. Gracias al
infatigable trabajo de Patch Adams, el médico payaso, y al de otros muchos por
todo el mundo, el humor ha sido adoptado como un elemento importante del
proceso de curación.
No hace falta que estés enfermo para introducir más sentido del humor
en tu vida y disfrutar de niveles superiores de felicidad, , mejores relaciones
y mejor salud. Da un toque de intrascendencia a tu vida: ve tu programa de
televisión favorito, busca chistes en internet o queda con un amigo que te haga
reír.
[1] Jamison, K.R., Exuberance:
The Passion for Life, Vintage, Nueva York, 2005 (citado en Elige la vida
que mereces de Tal Ben-Shahar)
¡Qué bello artículo! Lo pondré en práctica y con el tiempo sabré si tengo talento como educadora. #educarcontalento, un nuevo camino. ¡Saludos!
ResponderEliminarUn millón de gracias por tus palabras y por tu comentario. Desde luego que ya tienes talento como educadora. Lo que puedes es desarrollar y mejorar ese talento... Seguro que lo consigues!!!! Mil gracias. Un abrazo enorme.
EliminarÓscar G.