Una de las quejas más frecuentes que señalan las madres y los padres en las Escuelas de Padres que organizo es que "sus hijos no les hacen caso", es decir, que no les obedecen. Los padres tienen una sensación de impotencia ante esta situación porque según afirman parece que "hablan con la pared" (palabras textuales). Y esto es preocupante cuando se trata de niños de edades muy tempranas.
Es bastante habitual que los niños en estas primeras etapas no respondan a nuestras peticiones pero hemos de tener en cuenta que no lo hacen porque su objetivo sea contradecirnos o llevarnos la contraria sino porque están tan centrados "en sus cosas", en su mundo... Bastantes cosas tienen como para prestar atención a nuestras órdenes y peticiones continuas. Piensan: "los adultos, qué pesados: siempre dando órdenes..."
Veamos con atención qué es lo que suele ocurrir:
1. Pides a tu hijo que haga alguna cosa, por ejemplo: "Pon la mesa que vamos a comer".
2. Éste responde sin dudar:"Ahora voy".
3. Al poco tiempo vas a la mesa y compruebas que todavía no la ha puesto y ya es hora de comer. Ahora ya te diriges a él con un tono más enfadado y le dices: "Pon la mesa, que si no esta tarde no irás con tus amigos" (¿notas el tono amenazante?)
4. Tu hijo vuelve a contestar: "Ahora mismo la pongo..."
5. Vuelves a ir al comedor y la mesa sigue exactamente igual. Ahora ya muy enfadado y con un tono elevado le gritas y le dices que ponga la mesa en seguida (ahora sí demuestras que es una orden).
6. El niño va y pone la mesa.
Analicemos la situación con detenimiento. ¿Qué aprendemos de la misma? Tanto el niño como nosotros estamos aprendiendo algo:
- La madre/ el padre aprende que si no se enfada no consigue que el niño haga caso a la primera.
- El niño aprende que solamente hará caso cuando mamá esté realmente enfadada (vendrá a decírmelo varias veces).
Secuencias de este tipo se repiten continuamente en los hogares de nuestro país y situaciones como poner la mesa, ordenar la habitación, guardar los juguetes, etc. se convierten en verdaderas "luchas" para algunos padres que no saben qué hacer para que sus hijos les hagan caso.
Nuestros hijos deben aprender que las normas son importantes pero no porque las impongamos nosotros y que
con una sola vez que se las recordemos deben tener suficiente para actuar en consecuencia. Por tanto el primer objetivo es el de establecer unas normas claras y concretas. Esto no se consigue de la noche a la mañana, y requiere un trabajo por nuestra parte con una gran dosis de cariño y sentido común.
con una sola vez que se las recordemos deben tener suficiente para actuar en consecuencia. Por tanto el primer objetivo es el de establecer unas normas claras y concretas. Esto no se consigue de la noche a la mañana, y requiere un trabajo por nuestra parte con una gran dosis de cariño y sentido común.
¿Cómo podemos conseguir esto?
No hay una receta mágica para esto. Bueno ni para esto ni para nada en educación. En las Escuelas de Padres que imparto siempre intento transmitir el mismo mensaje: la clave para educar está en la paciencia y sobre todo en la constancia. No podemos pretender que el niño haga caso de manera espontánea, de la noche a la mañana simplemente porque nosotros se lo decimos, se lo ordenamos.
Esto es un proceso: desde que es bien pequeño debemos acompañarles (palabra clave) para que cumplan la norma, para que realicen la tarea que le hemos encomendado. Por ejemplo si tiene que recoger sus juguetes debemos acompañarles, ayudares y en forma de juego indicarle cómo ha de hacerlo para terminar elogiando su conducta por lo bien que lo ha hecho.
A medida que el niño crece y va adquiriendo mayor autonomía debe ir ganando responsabilidad y realizar estas tareas aunque el adulto no esté delante actuando como guía, como observador.
Si no hace caso a lo que le decimos no podemos estar insistiendo y repitiendo las cosas tres mil veces sino que vea consecuencias.
Los padres también se quejan de esto: le repito las cosas tres mil veces y no me hace caso. No se trata tanto de repetir sino de actuar ya que si no, nos convertimos en esa radio que suena de fondo... Al final ni nos escuchan. Por ejemplo, si le hemos dicho que hasta que no recoja su habitación no verá la tele, no le dejaremos que la vea. Ahí tenemos que ser firmes y mostrarnos inflexibles para que el niño vea que somos coherentes ya que cumplimos la consecuencia: no ve la tele. Pero han de ver que no estamos enfadados aunque sí que cumplimos la consecuencia. ¿Qué mensaje le transmitimos si le decimos que no verá la tele pero a pesar de no cumplir con su tarea luego le dejamos que la vea? Los mensajes contradictorios desorientan al niño y no es nuestro objetivo.
Para conseguir que nuestros hijos hagan caso sin tener que repetir las cosas cien mil veces necesitamos un ingrediente esencial para educar que ya he mencionado anteriormente: la constancia. Debemos ser constantes y tener paciencia porque el niño entenderá que debe cumplir y realizar sus
tareas si insistimos, repetimos y acompañamos una y otra vez hasta que aprende a hacerlo por sí mismo... Pero para eso debemos comprender muy bien cuál es nuestra tarea: somos padres, educadores y nuestra función es acompañar, actuando como un sherpa que les ayudará a alcanzar la cima. Para eso tenemos que comprender que por el mero hecho de ser madre o padre perdemos algo que antes teníamos: comodidad. José Antonio Marina lo explica muy bien aquí:
"Ahora hay quien dice: Yo quiero tener hijos, pero al mismo tiempo no quiero prescindir de nada. Bueno, pues eso no funciona, porque al tener un hijo, lo que aparece es alguien que reclama derechos, y eso es un incordio".
Y tú, ¿encuentras dificultades para que tus hijos te hagan caso?, ¿eres de los que tienes que repetirlo todo mil veces o te hacen caso a la primera?, ¿dónde encuentras más dificultades a la hora de educar? Me gustaría conocer tu opinión. Muchas gracias por dedicar tu tiempo a leer el artículo, espero que te hayan resultado útiles las ideas que apunto.
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Muy buen artículo compañero :)
ResponderEliminarBuen artículo Óscar, si los niños/as obedecen a las peticiones de los padres inmediatamente proporcionarle un refuerzo positivo. No se trata de gastar mucho dinero en comprarle juguetes o cosas de su interés. Simplemente con un "muy bien", estoy muy contento/a contigo, y/o un elogio le estamos proporcionando un refuerzo positivo. Cuya consecuencia será que aumente la probabilidad de que aparezca la conducta deseada (poner la mesa, guardar los juguetes, etc).
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Oscar. Gracias por compartirlo con nosotros. Con tu permiso, ¡comparto! :)
ResponderEliminarPienso que todo tiene que ver en el diálogo que comenzamos a temprana edad. Igual que con los hábitos que inculcamos en nuestros hijos. Yo tengo una hija adolescente, y no he tenido mayores problemas con el "no hacer caso". Obviamente he tenido confrontaciones, pero me parece que ése es justamente el deficit hoy en día: es más fácil no confrontar... y después viene el "no lo puedo manejar, no me hace caso, no sé que hacer con mi hijo" (palabras que he escuchado de muchos padres gracias a mi labor como docente).
ResponderEliminarCuando comprendamos que somos padres y no pares de nuestros hijos, muchas cosas serán más fáciles.
Coincido también con la motivación que da el elogio y que los premios son una buena manera de fomentar la buena voluntad de nuestros hijos, a veces con mejores resultados que los castigos.
Saludos!!