Hoy me gustaría abordar un tema que preocupa y mucho a los padres actuales que se sienten desbordados y no saben cómo actuar ante sus hijos. Padres y madres que acuden al profesor de su niño de 3 años y le dicen: "No sabemos qué hacer ya con él". Preocupante. ¿Qué está ocurriendo?, ¿qué no estamos haciendo bien? El tema de las normas y los límites nos preocupa mucho en la Escuela de Padres con talento. Voy a intentar explicarlo de manera detallada en el presente artículo:
Vivimos en una sociedad en la que, por desgracia, muchas madres y padres todavía tienen miedo (no sé si es la palabra apropiada) a establecer límites y marcar unas normas a sus hijos. Existen diversas razones por las que no lo hacen. Entre ellas destaca la de "gustar a sus hijos" y por ello nunca les dicen que NO a nada. Otros porque actúan como colegas de sus hijos creyendo equivocadamente que así los van a querer más. En palabras del pediatra Aldo Naouri "este deseo de gustar a los hijos, que tienen prácticamente todos los padres, socava el ejercicio de su autoridad, pues se ven entregados en un auténtico concurso de seducción ante el niño". Veamos un ejemplo concreto extraído del libro de Paulino Castells Tenemos que educar:
"Un padre va con su niño de siete años a unos grandes almacenes y tiene que pasar por la sección de juguetería. El buen hombre no tiene ningún interés en comprarle nada a su retoño y, antes de entrar en la sección, le prohíbe que pida nada. Pero el crío, al ver la cantidad de juguetes allí concentrados, comienza a exigirle que le compre uno de ellos. Y como conoce los puntos débiles de su progenitor, y uno de ellos es que no le gustan los "espectáculos" en público, irrumpe desconsoladamente en un fuerte llanto que hace dirigir hacia él todas las miradas de los clientes que transitan la sección. Miradas tiernas y condescendientes para el crío y recriminatorias para el padre. El padre, apesadumbrado y acongojado, termina comprando el juguete de marras".
Tenemos que aprender a saber decir que NO a nuestros hijos sin ningún tipo de complejos. ¿Cómo puedes ser que haya niños que escuchen la palabra NO por primera vez cuando entran en la Escuela? Síntoma de que algo está fallando. te recomiendo la lectura del interesante libro de María Jesús Álava Reyes El no también ayuda a crecer.
Otro de los motivos por los que los padres no establecen límites es porque vivimos en una sociedad que antepone los derechos a los deberes y eso está teniendo graves consecuencias en el terreno educativo tanto el ámbito familiar como en el escolar. El psiquiatra brasileño Agusto Cury describe muy bien lo que está ocurriendo en la actualidad "antiguamente, los padres eran autoritarios, hoy lo son los hijos. Antiguamente, los maestros eran los héroes de sus alumnos; hoy son sus víctimas".
Por ejemplo, hace años la sola presencia del profesor en el aula era suficiente para inspirar respeto
y, por tanto, una cierta autoridad. Pero hay que tener en cuenta que, más que
autoridad se daba un autoritarismo que en ocasiones era excesivo. En lugar de
evolucionar positivamente hemos pasado al extremo opuesto en la actualidad: “fuera tarimas, fuera mesas… Aquí todos
somos iguales: alumnos y profesores, todos colegas”. Hemos vivido un tiempo en que algunos profesores han querido
ser colegas de sus alumnos. Como bien señala Emilio Calatayud “lo que
hay que recuperar es el sentido común; los padres somos los padres y los
profesores son los profesores, y yo no soy amigo de mis hijos y los profesores
no son colegas de los alumnos”. Este falso progresismo
y liberalismo ha hecho mucho daño y ha provocado que surjan toda una serie de
problemas y dificultades difíciles de resolver.
En
su libro "Con ganas, ganas" Álvarez de Mon, apunta una idea muy interesante: “de un paradigma educacional severo y firme,
movidos por el subyugante efecto péndulo, hemos derivado hacia el pesimismo y
la debilidad”. Es decir, hemos pasado del “esto está prohibido o es obligatorio” al “prohibido prohibir” sin detenernos en un término medio.
Un
ejemplo que demuestra con claridad que hemos pasado de un extremo al otro es que hoy a un alumno no se le puede “levantar mínimamente
la voz” para corregirlo pues podemos traumatizarlo y “además tiene sus derechos” que se sabe a la
perfección: «Tú a mí no me chillas. ¿Quién
eres tú para levantarme la voz?» Con toda seguridad ese alumno vendrá con su “padre-abogado”
que lo defenderá y pedirá explicaciones al profesor: Derechos y más derechos.
Pongo otro ejemplo: en ocasiones se da la circunstancia de
que algún alumno molesta a los otros compañeros porque no tiene ganas de
estudiar e impide el funcionamiento normal de la clase y expulsarle parece que
está mal visto( ya que en raras ocasiones se hace y si es así, bajo
circunstancias extremadamente graves). Siempre prioriza el “tienen derecho a la educación”. Y yo me cuestiono, ¿tiene ese alumno más derecho que el resto?,
¿acaso no tienen derecho los demás a recibir la clase con normalidad? No es
que esté a favor de la expulsión como método educativo pero sí que tendremos
que establecer algún mecanismo que regule y sepa hacer ver a este alumno que
está haciéndolo mal y que eso tiene unas consecuencias: no solo está en
posesión de derechos, también de deberes. Dice Fernando Savater que “no se debe permitir que ninguno boicotee
esa tarea formativa, sea con arrogancia o por desidia” y añade “ no dejar nunca de educar a quienes lo
quieren y requieren por hacer un favor a los que se niegan tozudamente a ello”.
Se puede decir más alto, pero no más claro.
Como bien destaca J.A.Marina en muchas ocasiones “el énfasis de los derechos hace ofensivo
hablar de los deberes”, triste realidad que nos invade e incapacita.
Además, actualmente existe una palabra que todavía hoy causa mucho respeto y temor: disciplina. El simple hecho de mencionarla y querer que se aplique tanto en las familias como en las aulas nos "transporta" a épocas pasadas de represión. Para mí esto es un gran error que nos impide avanzar y evolucionar. El objetivo de la disciplina es, en palabras del pediatra Terry Brazelton "ayudar a su hijo a confiar en sus propias motivaciones, a controlar sus propios impulsos, sus emociones, a respetar las necesidades, sentimientos y derechos de los demás y a hacer lo que es correcto porque sí". A medida que el niño crece empieza a reconocer la necesidad de una disciplina y empieza a trabajar para adquirirla por sí mismo para pasar de la disciplina a la autodisciplina.
Pero como muy acertadamente destaca J.A.Marina "estamos atrapados en una red de equívocos y necesitamos comenzar una vigorosa descontrucción de dogmas estúpidos". En su magnífico libro La recuperación de la autoridad señala lo siguiente: “Tiene la consideración de disciplina todo aquello que es condición
indispensable para el aprendizaje y que, por lo tanto, se debe respetar si se
quiere aprender”. Por tanto, debemos dejar a un lado los prejuicios que
tenemos sobre esta palabra y aprovechar la disciplina bien entendida para que
los niños aprendan y logren evolucionar con libertad.
El juez Emilio Calatayud incide muchísimo en que “tenemos complejo de joven democracia y por
ello nos estamos resintiendo”. Estoy muy de acuerdo con él sobre todo cuando afirma que “no nos atrevemos a llamar las cosas por su
nombre”. Vivimos en una época en que todo es tabú y abusamos en exceso de
los eufemismos por no ofender a nadie y
así nos va.
En las aulas esto también está teniendo consecuencias. Veamos un ejemplo: en el informe TALIS (Teaching
and Learning International Survey)
de Junio de 2009 de la OCDE se destaca que “uno de
cada cuatro profesores pierde al menos un 30% de las clases en tareas
administrativas o en llamar la atención a los alumnos que continuamente
interrumpen las clases. Los docentes españoles de secundaria están entre los
más molestos con el ambiente de sus clases. En general, los profesores pierden
un 13% del tiempo de clase manteniendo el orden. Por ejemplo en Brasil el
porcentaje crece hasta el 17%. Sin embargo, en Bulgaria, Estonia, Lituania y
Polonia la cifra baja a menos del 10%. Aquí en España, el porcentaje se acerca
a los más altos: el 16%”. Considero que es un tiempo excesivo y que nos
debe hacer reflexionar a todos para poder abordar este problema y que el tiempo
empleado junto a la acción educativa que llevamos a cabo sean de mayor
efectividad. Es aquí donde observamos con claridad que hemos sabido hacer una
muy buena pedagogía de los derechos pero no hemos sabido explicar muy bien que
estos derechos llevan implícitos toda una serie de deberes y obligaciones. Ahí
hemos fracasado y lo seguimos haciendo. Por este motivo tenemos que empezar a
reivindicar una pedagogía de los deberes necesaria
sin perder de vista, claro está, el marco de los derechos. No podemos dejar que
nuestros hijos y alumnos crezcan con el convencimiento absoluto de que
solamente tienen derechos: no. También tienen deberes y esto, o no se
transmite, o no se sabe transmitir.
Esta pedagogía que reivindico se debe poner en
funcionamiento a nivel social: los padres, la escuela, los medios de
comunicación, los políticos, etc. Todos tenemos que “ponernos las pilas” para
que el mensaje no se pierda por el camino. Hemos de evitar transmitir mensajes
contradictorios que lo único que consiguen es confundir y desorientar aún más a
nuestros niños y jóvenes.
Simplemente tenemos que observar
la cantidad de denuncias que llegan anualmente a las fiscalías y juzgados de
menores. Es tremendo. Muchos de estos menores están convencidos de que
solamente son poseedores de derechos y que hay total impunidad ante las faltas
que cometen. Y como están totalmente equivocados se lo tenemos que hacer ver.
Aplaudo por ello la cantidad de sentencias educativas y ejemplares que el juez Emilio Calatayud impone a
los menores ya que es una manera pedagógica y educativa de recordarles que,
además de derechos, tienen unas obligaciones que cumplir y que si han hecho un
daño a la sociedad lo tienen que reparar.
Quizás si promoviésemos esta pedagogía de los deberes no tendríamos que llegar
a tales extremos. Es responsabilidad de toda la sociedad el que este tipo de
educación tenga éxito porque esta falta de autoridad no solo está presente en
“educación” sino que estamos empapados de ella a nivel social: en los campos de
fútbol, en los recintos de ocio, en el ámbito familiar, etc.
Para concluir, ¿por qué resulta tan difícil imponer
disciplina a los niños y menores de hoy en día? Paulino Castells lo resume de
una forma magistral:
- El niño es un bien escaso: tenemos la natalidad más baja de la historia.
-
El escaso tiempo de dedicación de los padres es canjeado por
caprichos materiales.
-
Tienen un mayor contacto con los abuelos, personal doméstico y
canguros, que acostumbran a ser más laxos y condescendientes(en términos
educativos).
-
Los padres son de mayor edad, porque se han casado más tarde y ,
en consecuencia, tienen un mayor poder adquisitivo, por lo cual pueden colmar
todos los caprichos del hijo.
-
Abundan los padres separados, dotados de un sentimiento de culpa
que les hace ceder ante cualquier demanda del hijo.
Con todo este panorama, es
lógico que nos resulte difícil imponer disciplina. Tenemos que empezar a cambiar muchas
cosas para poder conseguirlo.
Además, como afirma J.A.Marina “es
posible que la educación permisiva que se caracteriza fundamentalmente por la
eliminación del concepto de deber, sea una de las raíces de la violencia en
nuestra sociedad” Preocupante.
Como vemos tenemos un gran trabajo por delante tanto las familias como los docentes para educar en esta sociedad tan compleja pero que al mismo tiempo nos ofrece tantas posibilidades. Aprovechemos las herramientas que poseemos y trabajemos al unísono para conseguir una verdadera transformación social constituyendo una sociedad de personas maduras y equilibradas y no por "adultos caprichosos y consentidos" fruto de una educación permisiva. Todo un desafío que tenemos por delante...
Para finalizar me gustaría compartir contigo uno de los mejores artículos que he leído sobre el tema y que lleva por título el mismo que este post "Niños sin límites" escrito Alex Rovira. Destila lucidez y sentido común en cada uno de sus párrafos. Un artículo para leer, reflexionar y sobre todo compartir. Suelo usarlo en alguna de mis clases de la Escuela de Padres con talento. Disfruta de su lectura:
Alumnos que
maltratan a alumnos, alumnos que cambian de colegio e incluso de ciudad a causa
de malos tratos, padres que atacan a maestros, alumnos que atacan a profesores,
padres que denuncian a sus hijos por malos tratos (las denuncias no paran de
aumentar y sólo en España la cifra es superior a seis mil al año). La lista es
extensa y abrumadora. El tema ya no es anecdótico.
Aunque el
tema es complejo y hay cuestiones que también forman parte del puzzle, como la
falta de conciliación de la vida laboral y personal, medios y empresas que
promueven una sociedad cada vez más competitiva y bulímica, entornos virtuales
de ocio donde se premia la violencia y la trasgresión..., quizá cabría iniciar
la reflexión desde lo más cercano al niño: los padres y su responsabilidad a
la hora de transmitir los valores que incluyan la convivencia en armonía, el
respeto del otro, de su dignidad, de su vida.
Probablemente
hemos pasado de una familia de “ordeno y mando” a un entorno donde abundan
la laxitud, la renegociación permanente y, en muchos casos, la renuncia, el absentismo
o la dimisión de ejercer de padres. Del arquetipo imperante basado en un
padre crítico y exigente se ha pasado a otro bien distinto: el padre laxo,
sumamente permisivo, dimisionario o ausente, representante de lo que Javier
Elzo, catedrático de Sociología en la Universidad de Deusto y uno de los
mayores expertos de nuestro país sobre los valores y comportamientos de los
jóvenes, define como la tipología de “familias laxistas”. Esta laxitud se
traduce en un dejar hacer a los hijos lo que les apetezca, ya que la
imposición del límite, la confrontación o la gestión del conflicto requiere un
tiempo que se prefiere invertir en otras cuestiones más placenteras.
No nacemos
sabiendo ser padres. Aprendemos a ello y aprendemos practicando. No hay otra
manera. Y si no practicamos a su debido tiempo, luego no podemos gestionar al
adolescente de más de metro setenta y más de setenta kilos de peso.
Especialmente el oficio de educar requiere una inversión a largo plazo y una
adaptación continua a las demandas y necesidades del educado.
El problema
que nos ocupa ante los casos de bullying y similares tiene que ver
probablemente con una escasa o nula alfabetización emocional y de valores de
padres a hijos. Del mismo
modo que la ternura, el afecto, la caricia, el beso, la palabra cariñosa es
imprescindible, también lo es, por supuesto el “no”, el límite, la
prohibición de determinados comportamientos, la frustración o la postergación
del placer.
Todo ser
humano debe conocer cuáles son sus propios límites, así como cuáles son los
límites necesarios de su actuación en convivencia con el otro. Si el joven no ha tenido límites en su
infancia, no sólo hará la vida imposible a las personas de su entorno para
obtener lo que desea cuanto antes y a cualquier precio, sino que además
carecerá de una propia conciencia de sus verdaderas necesidades, de sus
verdaderos límites y, en consecuencia, de su identidad. Porque lo que nos
moldea es lo que hemos tenido que superar, elaborar, trabajar y dar un sentido
para tirar adelante. Somos lo que superamos, somos lo que incorporamos a través
del trabajo y del esfuerzo. Si el premio o el regalo es permanente y sin
motivo, si la demanda a pataletas es callada complaciendo el deseo
sistemáticamente, se termina banalizando todo: el objeto deseado, el que aporta
dicho objeto y el propio deseo. Entonces, nada importa, nada cuesta, nada
vale. Por eso en las consultas de psicólogos especializados en adolescentes
abundan cada vez más las depresiones y otros males mayores que nacen del “como
tengo todo lo que quiero, nada vale la pena” o “me intenté suicidar porque
quien me gusta me dijo que pasaba de mí”.
La mala leche, la pataleta,
el berrinche, la bofetada gratuita, se aprenden y se incorporan al
comportamiento, bien por imitación, bien por permisión. No son “cosas de niños”
ni “juegos de críos”, nos va el futuro en ello. Quizá es necesario recuperar y
lustrar palabras como respeto, responsabilidad, esfuerzo, diálogo, voluntad,
entrega, generosidad, paciencia... Quizá deberíamos dedicar tiempo a hablar
sobre en qué consisten estos conceptos con nuestros hijos y realizar tareas que
los lleven a la práctica. Como dice el lúcido filósofo francés André Compte
Esponville, “nacemos mujeres y hombres, pero devenimos humanos”. Si hemos
traído aquí a nuestros hijos, seamos responsables de su “humanización”. Un
“todo vale” hoy deviene un “todo vale” mañana. Y en ese “todo vale” están
las semillas de la violencia futura, del narcisismo, de la idiocia moral,
incluso de la psicopatía con todas sus consecuencias.
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Si que es muy preocupante!
ResponderEliminarEncantada de conocer tu blog! ;)
Hola Oscar:
ResponderEliminarHace mucho tiempo que no leo algo que resuma tan bien lo que está pasando. Desafortunadamente, el tema que mencionas de los "derechos" vs. "deberes" es algo que prolifera en todos lados y en todas las edades. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es lo que más se ha violado en la historia y precisamente porque la gente no sabe que que respeten tus derechos es que el resto cumpla sus deberes. Personalmente, uno de los motivos por lo que trato de trabajar en mi comunidad de padres es esto: que mis hijos crezcan aunque sea en un micromundo donde sí haya límites y respeto, decir por favor y gracias, y que sepan que el otro es tan importante como ellos... La gente reclama por sus derechos y pisotea los del prójimo. Y además, eso es lo que ven los niños de hoy... Una dura realidad.
Saludos
La Mamá Oca
Hola, Óscar. Se me olvidó decirte que te menciono en esta entrada del blog:
ResponderEliminarhttp://queduquequeducuando.blogspot.com.es/2012/11/como-poner-limites-los-ninos-y-ninas.html
Un saludo y felicidades por tu blog, siempre me hace pensar.
Querido Alberto, muchísimas gracias por la mención!!! Mil gracias por tus palabras!! Seguimos en contacto... Un abrazo grande
EliminarDesgraciadamente, todo se confunde, un nino q llama la atención con el resto y es expulsado d clase puede tener la autoestima por el suelo y el simple hecho de desahuciarlo puede arruinarle la vida! Cuifado! Pido a los profesores q estén atentos a las señales detrás pueden existir problemas y no cualquier profesor esta preparado para enseñar a ninos movidos. Solo quieren ninos estatuas q no molesten, con 3 años. No nos volvamos locos! Los ninos son ninos ! No son robots !
ResponderEliminarApreciada Elena, muchas gracias por tu comentario. Tienes razón con lo que afirmas así como la gran cantidad de niños que están siendo diagnosticados con TDAH, me parece preocupante y habría que plantearse qué estamos haciendo mal... Un abrazo enorme!!
Eliminarsencillamete me ha encantado, muy acorde a lo que suelo ver en tu blog; referencias, argumentaciones, vamos completo! pero que te voy a decir que sea propio de este articulo y no del blog en general, no? un abrazo y nos vemos.Saludos desde tierras exyugoslavas XD
ResponderEliminarMuchísimas gracias amigo, de verdad que no sabes cuánto me alegran tus palabras de ánimo. Seguimos en contacto!! Un abrazo enorme
EliminarCreo que en líneas generales tienes bastante razón. Pero como con todo tampoco en esto podemos generalizar. Lo cierto es que ni la educación ni los educadores están preparados para educar sin gritar, sin golpear cosas y sin irritarse hasta límites insospechados. Lo cierto es que se hace necesario e ineludible usar el no y poner deberes y derechos a la par, pero también que cuando se llega a una expulsión hay algo detrás (padres y colegio) y que las expulsiones no sirven para nada. Y lo cierto es que por ejemplo el TDAH se diagnostica más por el simple hecho de que se conoce más y hay mayor concienciación.
ResponderEliminarOscar, no sabes cuánto me alegra leerte, porque me cuesta mucho, pero mucho ,encontrar gente que comparta "camino". Es un tema que recientemente lo debatimos en la charla que compartí con el grupo de padres de una Centro Infantil, que suelo acudir a dar talleres. Reconocen que es así, que faltan límites, que facilitan demasiado las cosas a los pequeños, pero advierto mucha desorientación por parte de ellos porque no saben como cambiar. Será entonces función de los que estamos en la docencia, ayudarles, comprometernos, darles pistas para facilitar la tarea. Por ello me reconforta saber que estamos en la misma línea de trabajo.
ResponderEliminarEn cuanto al TDAH, muy conocedora del tema, y con suficientes argumentos puedo asegurar que es verdad cada día se diagnostica más, por suerte también hay más información que hace 15 años atrás, pero a pesar de ello, el profesorado sigue sin apropiarse de las herramientas necesarias para ayudar a estos niños/jóvenes.
Gracias por tu post...
Creo que la clave de todo eel problema está en la falta de una educación emocional, tanto de los maestros, los padres y los alumnos. El cambio en la educación es muy necesario y con una buena educación emocional, el reconocer mis emociones y necesidades, tener empatía, saber gestionar las relaciones, tendríamos la mayor parte, por no decir todos, de estos problemas resueltos.
ResponderEliminarBegoña Morales
Coach Emocional
Experta en Educación Emocional
Buenos días Oscar , permíteme hacer un inciso sobre el artículo y bajo mi punto de vista y experiencia .
ResponderEliminarLa educación del no jamás ha funcionado , la carencia de explicaciones lleva al adoctrinamiento y es un gran error.
Me da pavor ver como las personas nos unimos mas ante los menores maltratadores que ante los menores maltratados .
Para los que estuvimos en algunas charlas de Emilio , nos faltó escuchar algo sobre los menores maltratados o asesinados , por favor , no hagáis un dios de un padre. Emilio habla más por sus experiencias que por la realidad.
A los menores deberíamos tratarlos con razonamiento y el no por omisión es el mayor error que podemos cometer ; siempre es preferible enseñar la acción reacción , del mismo modo que ejerce la enseñanza natural .
Y sobre los menores agresores , creo que todos sabemos que ellos son el último eslabón de la cadena , el último contenedor donde hay que verter las culpas.
Como escribimos hace ya años . " Cuando un niño mata , todos hemos cargado el arma "
Y volcar los errores de los adultos en los menores es la mayor bajeza del ser humano como seres racionales.
Jamás me he encontrado con un menor agresivo-delictivo que no supiera que lo que estaba haciendo estaba mal , pero si a los adultos nos manejan en masa con la TV y otros modos de doctrina , ¿ Como no lo van a hacer con los niños ?
El error comienza con una sociedad enferma , permisiva e indiferente para con los menores .
Pero podríamos estar intercambiando opiniones toda la vida y no sería correcto , solo quería dejar mi opinión al respecto para intentar proteger una imagen de la infancia que cada día está mas deteriorada.
Muchas gracias y enhorabuena por el blog.
Hola
ResponderEliminarEn México podemos ver también estos casos, ya que en este momento con parte de las problemáticas sociales que lo aquejan, es precisamente que los padres ahora ya no establecen límites, los hijos ya no le temen a la autoridad y si estamos hablando que nuestra máxima figura de autoridad son nuestros padres y si no se nos enseño a respetarlos, no esperemos que respeten a los maestros, abuelos, policías, bomberos, etc., o demás personas, por eso ahora es muy común ver a jóvenes decirle amiga a una persona mayor, cuando debería referirse de otra manera, podría sí ser su amiga pero con el respeto que se debe; precisamente hablando de los valores, estos se deben inculcar en casa, si en casa no me enseñaron que debo levantar mis juguetes, a tirar la basura en su lugar, a no gritar o a cooperar en las labores del hogar, no esperemos que lo hagan en su lugar de trabajo, en la calle, etc. Por eso considero que los límites, la disciplina en el hogar, permitirán tener hijos con mejores bases vivir en sociedad y saber que el respeto al otro es de suma importancia. Si bien es cierto que llegar al extremo que en algún momento nuestros abuelos aplicaban a golpes, tampoco es la solución, si creo debemos buscar como mediar esa situación, el evitar decir “le doy todo a mi hijo para que no sufra lo que yo”, es lo que más daño está haciendo porque los hijos no apreciaran el valor de las cosas y del esfuerzo para obtener algo, además de que podemos crearles la falsa idea de que todo es muy fácil y que se esa forma lo debe recibir; el problema será cuando descubra que la vida realmente no es así.
Este es mi punto de vista con respecto a los límites en los niños y de las consecuencias que podemos traer si no se aplican a tiempo.
Me parece muy interesante e importante lo que publica el autor en este blog.
Saludos de Virginia Castro