
Pero para que el niño siga manifestando esta curiosidad a medida que va creciendo, los adultos debemos ofrecerle una respuesta adecuada. Tiene que percibir que estamos dispuestos a responder sus preguntas, sus dudas, sus interrogantes. Al niño no le vale con un “porque sí” o “porque no”. En cuanto el niño empieza a hablar y dominar el lenguaje inicia una batería de preguntas para satisfacer su curiosidad, algunas de ellas totalmente inverosímiles pero que requieren de respuesta por parte de nosotros, los adultos: